Los principales errores al calcular el valor de una empresa

Determinar cuánto vale realmente una empresa no es un ejercicio mecánico ni exclusivamente numérico. Al contrario, se trata de un proceso que involucra complejos métodos técnicos, interpretación de datos y, sobre todo, una comprensión profunda del negocio y su entorno.

Desde los departamentos de coporate finance, se llevan a cabo múltiples análisis respecto a la mejor fórmula para conocer dicho valor. “Para valorar, hay que conocer, y una valoración va más allá de tratar estados financieros en un Excel”, resume Jordi Bellobí Girona, socio de RSM, sexta firma internacional de servicios profesionales y experto en Corporate Finance.

Cuatro errores que distorsionan el resultado

Uno de los fallos más comunes es confundir “valor” con “precio”. El valor intrínseco es una estimación técnica, basada en metodologías aceptadas. El precio, en cambio, es la cifra objetiva por la que un comprador y un vendedor cierran una transacción. “Valor y precio pueden diferir, incluso de forma sustancial”, explica Bellobí. Esa diferencia está sometida a factores como la urgencia por vender, las emociones o el margen de negociación, que pueden distorsionar el precio final de la transacción pero que, en ningún caso, alteran el valor intrínseco de la empresa.

Una vez resulta la dicotomía de la definición de estos dos términos, el experto en corporate finance señala algunos errores habituales a la hora de valorar capital. Entre los más habituales, destacan: realizar la valoración sin entender el contexto económico, opinar sin conocimiento técnico suficiente, asumir que “valuation is a calculation” o no aplicar sentido común en las hipótesis. Entre los desajustes habituales, el experto cita estimaciones poco realistas, como tasas de crecimiento perpetuo del 5% o un coste de capital del 30% en empresas del sector industrial.

Además, advierte sobre el uso inapropiado de métodos rápidos como los múltiplos comparables, que, si bien pueden servir como contraste, no deben usarse como método principal. “Sirven para verificar si los resultados del DCF son coherentes con el mercado, no como base única” y añade: “Usarlos como método principal solo tiene una ventaja: es rápido y fácil, pero su fiabilidad es muy limitada”, asegura, citando al profesor Pablo Fernández, del IESE.

Por último, Bellobí insiste en que el rigor de la valoración depende inevitablemente de la fiabilidad de la calidad de la información que la sustenta: “Si los datos son incorrectos o incompletos, la valoración estará necesariamente mal”, afirma tajante.

El mejor enfoque: el descuento de flujos de caja

El método más sólido para estimar el valor de una empresa es el descuento de flujos de caja (DCF), que se basa en su capacidad futura de generar caja para el accionista. “Es un método prospectivo, ampliamente aceptado y que integra todos los factores relevantes, considerando la empresa como un proyecto de inversión”, explica Bellobí. Su principal virtud es que se centra en la caja generada, mucho menos manipulable que los resultados contables. No obstante, añade el socio de RSM, “exige rigor técnico y juicio profesional”.

Pero incluso el mejor modelo técnico es insuficiente sin una lectura cualitativa. “El talento reside en el arte detrás de los números”, insiste el experto. Elementos como la calidad del equipo directivo o la credibilidad del plan de negocio pueden influir decisivamente en tres aspectos clave: lograr un rendimiento superior al histórico del sector, asegurar la credibilidad del plan de negocio y reducir la percepción de riesgo y la vulnerabilidad del proyecto.

Además, también destaca que el contexto económico es determinante. En entornos adversos, la percepción del riesgo aumenta y las expectativas de generación de caja se deterioran, lo que reduce el valor estimado. Y si el precio de mercado se desvía en exceso del valor intrínseco, conviene estar alerta: “Una diferencia notable entre ambos es, a menudo, señal de burbuja”, concluye Bellobí.

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